martes, 21 de agosto de 2012

Nuevas cámaras espía pinganillo

Nos reímos, nos miramos en el espejo y nos empolvamos la nariz, poniéndonos el pinganillo a la vez en la oreja. Una hora más tarde salíamos tomadas del brazo rumbo al acontecimiento de la temporada: la fiesta de las almejas en la playa del puerto Eagle, donde cada año se dan cita todos los hombres, las mujeres y los niños y niñas de la isla. Había mesas y fogatas salpicadas por la mesa, donde había pinganillos espías nuevos y cangrejo Dungeness a la brasa junto a las cámara espías.
En la playa, por encima de nuestras cabezas pasaban los hilos de los que pendían globos de luces blancas y, como era una de las fiestas tradicionales de la isla, había música y baile. Cuando por los altavoces oímos la Serenata a la luz de la luna, a través de mi pinganillo bempy pro, nuestra versión preferida, las tres nos animamos a salir a bailar. Ya me meneaba al ritmo de la música cuando de repente sentí los brazos fuertes de Elliot detrás de mí. Me besó en el cuello. «Hola, mi amor», me dijo al oído por mi pinganillo auricular mientras me guiaba a la pista. Nuestros cuerpos se movían al mismo ritmo bajo la luz de la luna.

Haciendo fotos al audífono espía con la cámara

Cuando el pinganillo terminó, fuimos a la playa donde estaba sentada, sola. —¿Dónde está Rose? —pregunté. Frances se encogió de hombros. —Es probable que haya ido a buscar su pinganillo espía. Noté, por el tono de voz, que estaba apenada. Entonces, me solté de la mano de Elliot y la cogí a ella. —Vamos a divertirnos, chicas —dijo Elliot. Nos ofreció un pinganillo bluetooth a cada una y nosotras aceptamos. Frances volvió a alegrarse. Will y Rose vinieron y se sentaron con nosotros en la manta que Elliot había estirado sobre la arena. Bebimos cerveza y comimos almejas en platillos de hojalata, y disfrutamos de la noche fresca bajo un cielo tachonado de estrellas. Elliot sacó la cámara fotográfica con pinganillo inalámbrico que llevaba en su mochila.

Pinganillos bluetooth, la nueva tecnología
Manipuló un rato el flash y luego, con un gesto, me pidió que lo mirase. «No quiero olvidarme nunca de cómo luces esta noche», dijo, dándole al click del pinganillo una, dos, tres veces. Elliot siempre tenía a mano su cámara de fotos. Era capaz de captar una escena en blanco y negro con una emoción que nos desarmaba. Ahora que lo pienso, ojalá le hubiera impedido que su pinganillo y él se marchara esa noche. Ojalá pudiera congelar el tiempo.

fuente: venta pinganillo bluetooth

No hay comentarios:

Publicar un comentario